Es muy probable que ya hayamos escuchado el título de este artículo en múltiples ocasiones, pero hoy me gustaría darle un peso mucho más significativo, en lugar de simplemente asumir que tiene que darse porque es algo de la infancia. Y no es que esté en desacuerdo con la relación juego-infancia. Es solo que me gustaría mostrar el impacto de éste en el desarrollo del niño.
Impulsa su aprendizaje.
Imagine una escena. Un grupo de terapia de niños de entre aproximadamente 6 y 13 años. Entre el grupo hay un par de gemelas, referidas a terapia de grupo por problemas de ansiedad luego de presenciar conflictos en su núcleo familiar. Se encuentran sentadas, comunicándose solo una con la otra, interactuando muy poco con los niños que están a su alrededor.
Entonces surge un momento al que me gustaría catalogar como mágico-enriquecedor. Se deciden sacar los juguetes disponibles de la estancia (entre ellos Legos). Las niñas que hasta ese momento se habían limitado a hablar entre ellas, se incorporan a la actividad no planeada y empiezan a planearla y crearla ellas mismas en conjunto con otras dos niñas y una caja de legos. ¿Se imagina lo interesante de ese momento?
Entonces, decido hacer un pequeño experimento. Me acerco y luego me siento a la par de ellas para 1) saber si también van a interactuar conmigo en su espacio de juego y 2) para observar de cerca qué es lo que están jugando. Y para mi sorpresa, las dos niñas que posiblemente en un principio por mis obvias características de adulta, pudieron verme como alguien distante (altura en comparación con la de ellas, mi postura, etc.) me integran a su juego casi de forma espontánea.
«Mire, hice una nave espacial» dice una de las gemelas. «Y esta nave va a ir a la luna. Yo no sé de qué está hecha la luna». Luego con otro poco de legos hace un par de columnas y coloca su modelo de cohete encima. «De aquí va a salir el cohete, mire». Y después de mostrarme, me explica que el cohete cuando era mandado al espacio exterior se separaba de la base, haciendo ruidos del despegue del cohete. Su hermana y las otras niñas me muestran sus propios diseños y luego entre todas deciden que los cohetes y las torres que habían construido van a visitar otro planeta más interesante. El planeta nuevo es mi cabeza, así que, de repente, tengo cuatro cohetes encima de mi cabeza.
Más tarde la otra gemelita me muestra a su Tiranosaurio Rex, diciendo que ese tipo de animales eran bien grandes y que se comían a otros.
De esa experiencia llegué al primer punto de este artículo. Impulsa el aprendizaje.
Estamos tan acostumbrados a relacionar al aprendizaje con el sistema educativo en el que los niños tienen que ir hasta una escuela, sentarse en pupitres alineados y esperar a que el maestro imparta sus conocimientos, que no consideramos que el juego puede ser una alternativa agregada en la construcción del aprendizaje.
Imagine, estas niñas, hablando de ciencia y tecnología en un mismo juego. Con una buena orientación, en el mismo juego se podría enseñar historia y aportar qué pasó con los dinosaurios para que ya no estén más en la tierra o explicar que en el espacio exterior hay varios planetas. Creo que sería mucho más significativo de esta manera a simplemente ordenar al niño a que memorice el sistema solar y sepa colocar a dónde está Neptuno, como la frase que coloqué al principio.
Los niños suelen tener constante curiosidad a lo que hay a su alrededor. Quieren una respuesta pronta a sus porqués y conocer más. Son creativos, pueden ver una nave espacial en una figura formada por legos o ver un castillo en otro. La creatividad y curiosidad no solo son habilidades inherentes a la niñez, son también habilidades que necesitamos en la adultez para la resolución de conflictos, fuertemente relacionadas a nuestra cognición, elaboración de ideas, recepción y retención de información.
Ahora, piense, cuánto no se aprendería estableciendo una hora de juego con los niños, ya sea usted un padre de familia, maestro u orientador.
El juego puede que no tenga un orden y una estructura como los programas impartidos en las escuelas tradicionales. Pero al no tener orden y una estructura, estaría reflejando también aquellas circunstancias de la vida que aparecen súbitamente y que exigen una respuesta y acciones inmediatas. El juego sería como una preparación anticipada a la vida, en general, de la cual también aprendemos constantemente a través de nuestras propias experiencias.
Estimula la socialización y estrecha vínculos afectivos.
En el juego se vierten múltiples ideas, efectivamente. Algunas veces el juego puede llegar a ser solitario, lo cual en ciertas ocasiones podría reflejar rasgos de introversión o de algo que necesite de más atención por parte de la familia (posibles maltratos y abusos). Sin embargo, si se sabe orientar adecuadamente, jugar puede llegar a desarrollar y fomentar la socialización de los niños.
Si se estimula un juego en conjunto podremos alentar al niño a mejorar sus habilidades comunicativas (el saber recibir, asimilar y emitir un mensaje) e interpersonales (entender las intenciones, empatizar e interactuar con sus pares). Y se brindaría nuevamente, una preparación de cómo es trabajar en equipo.
En cuanto al papel del adulto, como bien mencioné anteriormente, muchas veces los niños tienden a distanciarse de los adultos que juegan un papel fundamental en su desarrollo, porque hay características obvias que remarcan la distancia. Si hablamos desde la autoridad de nuestra altura, el vínculo puede limitarse únicamente al de la obediencia, más que al de afección e igualdad.
Aunque los niños sean pequeños humanos en formación, no significa que debemos sujetar permanentemente nuestra postura de autoridad conocedora ante ellos. Si nos sentamos al lado de ellos para jugar y adentrarnos en el mundo que van a construir frente a nosotros, no solo estaremos compartiendo conocimiento, sino también poniéndonos en su lugar. De este modo, remarcamos que estamos a un mismo nivel entre adulto y niño, y que, al estar iguales en ese momento, ambos podemos ser compañeros. El vínculo será más fuerte y propiciará una relación de confianza entre el niño y usted.
Es una herramienta fundamental para alertar que algo no anda bien.
Como ya lo mencioné en el punto anterior, el juego puede llegar a reflejar mucho si se da un solitario y tiene manifestaciones que no son adecuadas para un niño. Puede darnos señales de alerta. De cierta manera es un canal representativo de lo que sucede en sus mentes, de las emociones que están experimentando. Los niños a edades tan tempranas no tienen los mecanismos ni la madurez necesarios para expresar verbalmente lo que les sucede, pero sí pueden hacerlo gráficamente a través de lo que van a representar en el juego.
De esta manera, si observamos que el juego se caracteriza por tener contenido violento, de pronto golpea una figura con otra, o aísla un juguete y lo deja ahí de forma evidente, entonces, es momento que, como padres, maestros o responsables nos pongamos alertas, observamos e intervengamos.
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Y me quedo hasta acá. Si le gustó el artículo puede compartirlo o dejar su comentario en la página de Facebook.