Si imaginamos al niño como arcilla, y toda la información que asimila y retiene como manos, nos daremos cuenta que parte del conjunto de creencias que va a tener de sí mismo y del mundo en general, va a depender de lo que sus padres (adultos inmediatos) le digan. Por ello, decidí en esta ocasión enumerar algunas frases que podrían afectar el desarrollo psicológico y emocional del niño.
#1 – ¡No, te vas a caer!
Puede que usted se pregunte ¿qué tiene de malo advertirle al niño que le puede pasar algo, por ejemplo como caerse si corre muy rápido? En efecto, advertirle no tiene nada de malo. Es la forma en que se lo va a decir, que puede llegar a ser perjudicial. Si usted le explica que si hace X acción va a tener a Y como reacción, el niño lo va a comprender y va a actuar en función de su explicación. Pero qué pasa cuando le dice ¡no! ¿Qué no ves que te vas a caer? Usted estaría mandándole el mensaje que le va a pasar algo malo, en otras palabras, estaría sembrándole miedo antes que el niño explore por sí mismo si esa acción traería consecuencias negativas.
Y de esa frase, podría pasar al ¡no! Eso te puede hacer daño, ¡no! Es muy peligroso,
De esta forma estaría sentando las bases para que el niño, que antes no sentía miedo de explorar el mundo, empiece a sentirlo y si esto se saliera de control, a generalizarlo.
#2 – Sí, hijo está bonito (expresado sin siquiera ver al rostro al niño).
El niño está haciendo algo. Dibujando, armando un rompecabezas, haciendo figuritas con plastilina, coloreando, etc., y le gusta lo que está haciendo, por tanto, decide mostrárselo a usted (si no le gustara lo que está haciendo, no se lo mostrara). Y usted como respuesta le da un simple y rápido: sí, hijo, está bonito; si no es que le da uno más simple todavía, “está bonito”.
Sé que la vida adulta requiere estar ocupado en un sinfín de cosas. Puede que tenga problemas en el trabajo, con su pareja, con algún vecino o con otro hijo. Es comprensible, pero no justificable, porque a la larga esta frase puede convertirse en una muletilla que va a usar cada vez con más frecuencia. Se vuelve en una forma cómoda de hacer parecer que le presta atención a su niño, que se está comunicando, para que éste no perciba que en realidad usted quiere concentrarse en otras cosas.
Si se tomara realmente ese espacio para prestarle atención a lo que le está mostrando el niño, se diera cuenta de cuán interesante es la capacidad que tiene de ser creativo, y podría incluso incentivar su curiosidad, haciéndole preguntas como ¿qué más te gustaría hacer?, ¿qué es esto?, ¿por qué lo hiciste?
Es más, no solo estaría estimulando la curiosidad del niño, estaría estableciendo un vínculo de confianza y comunicación efectiva entre padre e hijo.
#3 – No llores. ¿Por qué estás llorando?
Es una de las frases más comunes. Y se vuelve en la favorita si es un niño el que está llorando. “No llore, que usted es hombre”. Se hace esta asociación incorrecta que, si es un niño, no debe de llorar porque reflejaría debilidad.
De modo que tenemos tres ideas irracionales aquí: 1) que llorar y estar triste es equivalente a debilidad, que 2) solo las niñas lloran porque a ella “se les perdona” por ser del género débil y que 3) el niño debe ser fuerte (demostrarlo), independientemente de lo que esté sintiendo.
Consecuentemente, luego de haberla usado innumerables veces, nos encontramos con niños que no tienen control sobre sus propias emociones.
#4 – Porque lo digo yo.
Situación: niño hace algo que a su padre no le agrada y éste le pide que no lo siga haciendo, entonces…
Niño: ¿Por qué?
Padre de familia: Porque lo digo yo.
¿Qué está diciendo realmente con esa frase?, ¿cuál es el mensaje que quiere enviar?, ¿que tiene que hacerlo porque sí, porque así se le ocurrió a usted?
¿Y qué tiene de malo usar esta frase si el niño está teniendo un comportamiento inadecuado?
Que es un mensaje ambiguo. Prácticamente no está diciendo nada en esa frase, si quiere que el mensaje sea comprendido y como consecuencia el niño deje de hacer lo que está haciendo, hable con claridad y especifique lo más que pueda. Por ejemplo:
Situación: el niño sacó todos sus juguetes de donde los tenía guardados y los ha dejado desperdigados en el suelo y usted quiere que los recoja.
Padre de familia: Recoge tus juguetes.
Niño: ¿por qué? No he terminado de jugar.
P: Porque no los estás ocupando todos y me puedo tropezar con uno de ellos.
Notará el cambio si empieza a hablar al nivel del niño, con claridad y especificando lo más que pueda.
#5 – Esto es plática de adultos.
Situación: usted está hablando con alguien y de pronto su hijo la interrumpe o quiere formar parte de la conversación. Entonces, usted usa la frase de arriba.
P: Esta es plática de adultos, no te metas.
Si la relacionamos con la frase #4, podemos inferir que usted está hablando desde una postura de superioridad y autoridad porque usted es el adulto. Está tajando de golpe su curiosidad. Es cierto, hay conversaciones que el niño no debe escuchar ni ser partícipe. Pero podría desviar la atención del niño sin recurrir a un lenguaje que distancie de golpe el interés del niño. Recuerde, él solo está demostrando su curiosidad; cualquier estímulo de su entorno puede llamar su atención.
#6 – Llamarlo por un sobrenombre.
Si bien es cierto, no es una frase llamar a un niño por un sobrenombre que es peyorativo y denigrante para el niño afectará considerablemente el concepto que va a construir de sí mismo. Incluso, aquellos sobrenombres que tal vez no los diga con la intención de dañar, como por ejemplo, gordito, flaquito, no son recomendables si el niño no se siente cómodo con su cuerpo o está sufriendo de bullying en la escuela por su constitución corporal.
#7 – Cualquier expresión denigrante que fomenta el maltrato verbal.
No es necesario extenderme en este punto. Me limitaré a dar ejemplos. “Eres tonto ¿o qué?”, “no sirves para nada”, “eres un idiota”, etc. Y también irían incluidas las palabras soeces en este punto.
Para dejar claro este punto, comparto el siguiente video de Unicef.
Y me quedo hasta acá. Si usted sabe de otra expresión inadecuada puede comentarla en la página.